No me quiero referir al tratamiento de respeto que merecen algunas personas sino a la superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo, como define el Diccionario de la Lengua Española. Lo hago un poco sorprendido y casi enfadado por las declaraciones de Pedro Duque, astronauta y nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, aunque cuando las hizo solamente era lo primero. Fue hace tres meses en un acto conmemorativo por los 40 años de la Asociación de Centro Autónomos de Enseñanza Privada. Dijo textualmente: «Y por tanto la educación privada siempre va corriendo por delante intentando ofrecer una excelencia mayor de la excelencia que proporciona la educación básica pública, que cada vez también es mayor por el esfuerzo que estamos haciendo». En fin, se lió un poco el astronauta con tantas excelencias que en todo caso debe ser «mayor», no explicó en comparación con qué.
Estoy seguro que desde que fue nombrado ministro se guarda bien de confundir a la opinión pública. En aquella ocasión hablaba para un auditorio que trata la educación como de una fuente más para hacer negocios. Creo que, dado aquel contexto, lo más procedente será atender a las decisiones que se tomen desde su ministerio con respecto a la educación pública. Seguir chapoteando en las redes sociales con la polémica resulta estéril y desazonador.
Les contaré cuál es mi parecer sobre este asunto pues estudié en un colegio privado todo el bachillerato, realicé los estudios universitarios en centros públicos de León y Salamanca y llevo ya más de treinta años de docencia en institutos públicos. He participado en más de una controversia, incluso familiar, sobre si la educación privada era mejor que la pública, en algún caso hasta con docentes de la pública que mandaban a sus hijos a la concertada/privada. Me pregunto si por la misma razón de Groucho Marx cuando decía: «nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo». Pareciera que no quisieran matricular a sus hijos en un colegio que tuviera profesores como ellos. Pero no es por eso, claro, dicen que así estarán más controlados, los grupos serán más uniformes, vaya, que no habrá gitanos ni rumanos o dominicanos, además de que tienen muy buenas instalaciones y muchas actividades extraescolares. Suelen estar bastante equivocados, su microxenofobia -no existe tal, es xenofobia de verdad- y su estúpido elitismo se les vuelve en contra muchas veces.
Sobre todo, cuando su adolescente, que hizo Primaria y Secundaria en un concertado religioso, llega para estudiar el Bachillerato en un instituto. Allí se mezcla con los que habían estudiado siempre en la pública y no hay diferencias apenas y si las hay, revelan mejores comportamientos en los que ya estaban en el IES, por ser más solidarios, empáticos y comprometidos.
Consumimos demasiados prejuicios, damos por ciertas generalizaciones incontrastables y creemos en mitos tan imposibles como las sirenas. Cuando se trata del mundo educativo, de procesos tan complejos en los que entran en juego tantos factores, mejor no arriesgar juicios porque te vas a equivocar, como le ocurrió a Pedro Duque.
La excelencia de la educación pública en España no va por detrás de la que pueda obtenerse en la privada. Si nos atenemos a qué formación se imparte, apenas se pueden diferenciar pues los programas oficiales en la enseñanza no universitaria son los mismos, acaso en los centros privados-concertados el asunto religioso se trate con más detenimiento. Nos debemos fijar en la metodología, instalaciones, profesorado? pocos factores más pueden marcar diferencias.
El profesorado de los centros privados no pasa por un proceso selectivo universal, público y abierto: la oposición. Ya sé que aprobarla no te convierte en buen maestro, pero es más fiable que una entrevista personal con Sor Asunción de la Santa Cruz. Las instalaciones y gestión de los recursos son relativamente importantes, pero lo que sí marca las diferencias es como se organiza el centro y qué dice su Programación General Anual. Además de cómo se incorporan los idiomas en los distintos niveles educativos, eso que tanto preocupaba al astronauta.
Mi experiencia en el IES Los Sauces de Benavente avala cuanto les digo, también contamos con programas de formación del profesorado, con la impartición de varias asignaturas en inglés, con una oferta de intercambios con Alemania, Holanda, Reino Unido, Portugal y EEUU, además los resultados académicos en las pruebas externas para acceder a la universidad son muy buenos. Una alumna de Sociales y un alumno de Ciencias recibirán en Salamanca el reconocimiento por tener en la EBAU una nota por encima de 9.
Tratamos de no olvidar que a la excelencia en la educación se llega formando intelectual y moralmente a una persona para convivir en sociedad. Y esto se consigue difícilmente si metemos a nuestros hijos en colegios que discriminan a su alumnado por razones étnicas, nacionalidad o extracción social. Necesitamos que niños y niñas se construyan su personalidad – para ello precisarán de elementos intelectuales y de valores morales – al tiempo que vayan formándose como miembros de la sociedad, conviviendo con personas que pueden proceder de otro continente, con otra cultura o religión, vestir de otra manera o tener gustos diferentes, pues eso precisamente es lo que se encontrarán en la calle como ciudadanos de un estado democrático: España.
Artículo publicado en La Opinión de Zamora (05/0718)