Particip-arte es una Investigación Acción Participativa (IAP) cuyo propósito es contribuir a la calidad educativa mediante la mejora de la colaboración y participación de las familias en la cultura escolar. El proyecto se ha desarrollado durante tres años, recibiendo el apoyo del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.
Particip-arte 3: claves para el buen trato en familias de educación primaria
El proyecto Particip-arte llega a su fin después de tres años en los que hemos buscado conocer la realidad de los centros de educación primaria escuchando las voces de quienes los llenan de vida: docentes, alumnado y familias.
Además de escuchar, hemos promovido procesos de cambio mediante metodologías participativas. Desde su inicio, este proyecto ha apostado por la Investigación-Acción Participativa (IAP), tratando de implicar a las personas en el análisis, reflexión y transformación de su propia realidad.
En esta edición que cierra el proyecto, lo que hemos pretendido con este proceso es contribuir a la prevención de las formas de violencia cotidiana que se producen y reproducen en los hogares de familias de educación primaria, lo que a su vez tiene reflejo en los centros educativos.
Particip-arte 2: desmontando la normalización de la violencia
Entrenar la mirada para detectar todas las formas de violencia que impregnan la vida escolar es uno de los objetivos de esta investigación. A través de Particip-arte hemos acompañado a más de 100 docentes y a más de 1.000 estudiantes de primaria de 12 centros públicos de 4 Comunidades Autónomas.
Esta investigación con carácter propositivo y participativo busca sacar a la luz todas las formas en que puede manifestarse la violencia en los centros educativos y que profesorado y alumnado desarrollen las competencias necesarias para prevenir, detectar y actuar frente a ellas.
Particip-arte: el camino hacia la participación efectiva
En esta primera edición, Particip-arte se desarrolló en 11 Centros educativos de Educación Infantil y Primaria (CEIP) de 7 Comunidades Autónomas.
La participación ha de ser comprendida como un fin educativo en sí mismo, un ejercicio democrático que puede servir de modelo a las niñas y niños para ser agentes activos en la toma de decisiones y transformación de su entorno. Esta implicación tiene efectos positivos que van desde un impacto favorable en los resultados académicos hasta mejoras en el clima escolar, en la relación familia-centro y en la autoestima del alumnado.