La Liga de la Educación celebró un emotivo homenaje a Juan Pablo Ortega, presidente de honor de la organización, fallecido el pasado 2 de enero.
Que Juan Pablo Ortega no fue una persona que dejase indiferente a nadie, quedó bastante claro en el acto que en su memoria celebró la Liga de la Educación ayer en el Ateneo de Madrid. Fueron muchas las emociones y muchas las personas que quisieron acercarse para compartir este momento conjunto de despedida a alguien que ha dejado tanta huella.
El acto comenzó con la bienvenida de Antonio Chazarra, presidente de la sección de filosofía del Ateneo de Madrid, que como anfitrión y amigo de Juan Pablo se involucró en la organización del acto pues según sus palabras “Juan Pablo se lo merece”. La música de un violín y una guitarra fueron desde ese momento hilando las intervenciones que iban llegando de amigos y compañeros de Juan Pablo. El repertorio, interpretado por Raquel Rivera y Guillermo Hernández de la Fuente, lleno de música francesa en honor al amor que sentía Juan Pablo por la cultura gala, fue deslizándose por el acto al tiempo que se proyectaban imágenes de Ortega.
María Jesús Eresta, figura clave en la organización del acto, fue la primera en intervenir en un emotivo discurso con el que repasó vivencias, reflexiones y recuerdos de Juan Pablo. Junto a Carmen Pinedo, fueron dos mujeres directivas de la Liga que tuvieron la oportunidad de conocer, trabajar y aprender de las ideas de Juan Pablo. Y así lo recordaron. Porque además de un gran amigo fue un gran intelectual con unas ideas muy avanzadas a su tiempo. Victorino Mayoral, presidente de la Liga, dedicó un recordatorio a su amigo y compañero poniendo en relevancia sus ideales, valores y nivel de compromiso con sus ideas. «Sobre las cualidades humanas de Juan Pablo Ortega, sobre sus ‘virtudes’ personales, existe un raro y unánime consenso: se trata del Mejor Ciudadano, del Optimus Civis que decían los romanos. Un heredero de los viejos estoicos del mundo clásico, cultivador esmerado de la virtud cívica, como compromiso de deberes y responsabilidades al servicio de la comunidad ciudadana y de la república; ciudadano del mundo y de la comunidad humana universal, y poseedor de un código ético de conducta que aplicaba con gran empatía a todos sus semejantes.”
El acto continuó con las intervención de Isabel Ortega, su sobrina, que emocionada recordó la figura de su admirado tío Pablo, protagonista de tantas vivencias que tanto lugar ocupan en su memoria. Angélica Tanarro, como amiga y periodista con la que colaboró Juan Pablo en el Norte de Castilla, incidió en la calidad cultural e intelectual de Ortega, amante de la cultura, escritor y apasionado de la literatura.
El cierre vino de la mano del secretario general de la Liga, Juan Ramón Lagunilla, que empezó leyendo los textos de dos amigos de Juan Pablo, Fernando Savater y Antonio García Santemases que al no poder acudir al acto, enviaron sus textos para Juan Pablo. Lagunilla acabó recordando los textos e ideas de Ortega, poniendo el acento de la asombrosa vigencia de los mismos. Fue una mente maravillosa y una persona que se hizo querer tanto que resultó prácticamente imposible no emocionarse en el día de ayer.
Prólogo a ‘El largo combate de un viejo laicista’ de Juan Pablo Ortega