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«La participación infantil es aliada de la responsabilidad y potencia el respeto como base para la convivencia». Continuamos la crónica de entrevistas a profesorado y orientadores/as

En el marco del proyecto «Conoce, Educa, Protege» continuamos con una nueva crónica sobre entrevistas y encuentros realizados con profesorado y orientadores de centros educativos sobre cómo se promueve la participación y los Derechos de la Infancia en los coles. En esta ocasión nos trasladamos a Almería donde hemos conversado con profesionales de centros de educación  infantil y primaria e institutos de educación secundaria.

De algún modo u otro todos y todas las entrevistadas conocen los derechos de la infancia y adolescencia, nombrando especialmente el derecho a la salud, a la no discriminación, a una vivienda y familia, a jugar, a tener un nombre y a los que tienen que ver con una educación de calidad, recalcando la libertad de expresión, derecho íntimamente ligado a la participación infantil y adolescente. Sin embargo, insisten que estos conocimientos son resultado de un bagaje cultural pero no de una formación exclusiva y dedicada a los derechos de la infancia. De hecho, en sus centros, desconocen la formación que posee su alumnado en estos temas.

En algunos centros dan prioridad a la atención a la diversidad, en otros a la protección del menor y a las situaciones de riesgo, pero todos priorizan el bienestar del menor como objetivo último y enfatizan su protagonismo para el cumplimiento de sus derechos y de su participación en la escuela y en la sociedad. El adulto es la figura facilitadora para el fomento de la participación, la cual dependerá de la edad. Porque la participación es aliada de la responsabilidad, potenciando el respeto como base de la convivencia.

Nuestras actitudes como profesionales de la educación, son fundamentales: “La metodología que empleamos también puede marcar la diferencia, asumiendo un rol de facilitador-mediador. Podemos promover valores positivos (libertad, participación, justicia, respeto, igualdad, inclusión, civismo…) de forma consciente y planificada, integrada en el  día a día y en los contenidos escolares”.

Además, los y las profesionales apuntan que fomentar la participación es importante, no solo porque sea un derecho, también puede servir “para contribuir a la formación humana e integral de los futuros ciudadanos en la construcción de una sociedad libre y democrática. De esta forma, se mejora la convivencia y el alumnado mejora sus competencias personales y sociales. Y para crear una sociedad más justa e igualitaria, en la que todos/as tengan cabida, superando la visión adulto-centrista, poniendo los cuidados y los valores en el centro”.

Sin embargo, en ocasiones hay impedimentos y dificultades para ejercer el papel educador que nos corresponde a los adultos. Algunos de los motivos comentados son “no disponer de los recursos, formación, conocimientos, actitudes y aptitudes para garantizarlos”. En el caso de los y las adolescentes, se suman las complejidades de la etapa evolutiva y la visión adulta de la misma. Así, la falta de habilidades sociales y la dificultad de autogestión de las emociones por parte de los y las adolescentes pueden ser obstáculos para su participación efectiva. Pero no nos podemos olvidar de que precisamente por esa visión adultocentrista, en ocasiones les ignoramos, les infantilizamos…en definitiva, no les escuchamos.

Algunas de las estrategias utilizadas en sus centros para fomentar la participación son cuestionarios e informes, talleres con temáticas propuestas por los niños, niñas y adolescentes y una “metodología activa, participativa en el que el alumnado sea el protagonista de su proceso de aprendizaje”. Como observadores en primera línea de la situación vivida por los y las menores en la pandemia, los y las profesionales manifiestan su preocupación por los más vulnerables.  Los y las que menos tienen han sufrido más las consecuencias del aislamiento social. La falta de recursos tecnológicos en familias, aumenta la brecha digital y los que sí tienen recursos, han pasado demasiadas horas “enganchados” al móvil, televisión, tablet… En todos los casos, las y los profesionales han observado problemas emocionales que afectan a la autoestima, trastornos de alimentación, desesperanza, tristeza, sentimientos de soledad a lo que se suma la gravedad de aquellos niños y niñas que viven en hogares que no les ofrecen seguridad y protección.

Podemos concluir que:

  • No hay formación específica en derechos de infancia y adolescencia ni para los profesionales de la educación ni para los y las propias menores.
  • La participación crece con la responsabilidad y con la edad.
  • Las personas adultas tenemos un rol imprescindible en el desarrollo de los niños y las niñas para ser parte activa de su comunidad. El derecho a participar no solo es un medio para convertirles en sujetos de pleno derecho, sino que la participación se convierte en un fin en sí mismo y es obligación de los y las adultas, 
  • Existen diferentes obstáculos que en ocasiones, impiden la participación real de los niños, niñas y adolescentes. A los obstáculos que tenemos que estar más atentos es a los que tienen que ver con los adultos, con nuestra manera de mirarles, nuestra tendencia a minusvalorar sus opiniones, a pensar que cuanto menos edad tenga una persona, menos valor tiene su voz.
  • La pandemia ha supuesto situaciones en las que los derechos de los niños, niñas y adolescentes se han visto afectados, especialmente para los y las menores que ya estaban en desventaja social y económica.